Por @TeresaLeon
Cuando sentimos afecto por alguien, queremos contribuir a su bienestar; en especial, en momentos de dificultades o problemas de salud. Surgen preguntas: ¿cómo ayudar, respetando su voluntad y el proceso de evolución de su alma? ¿Le llegarán las bendiciones que le enviamos, aunque no tenga nuestras mismas creencias?
Compartimos la misma esencia divina, y en ese manto de luz que nos une como seres humanos, no hay separación, aunque tengamos distintas creencias espirituales.
En ese manto conector, las plegarias, pensamientos y emociones llegan. Un buen pensamiento y un mal deseo llegan a quien es dirigido. Algunos son más vulnerables que otros. De ahí, la gran responsabilidad en cuidar lo que enviamos; tanto por los demás, como por nosotros, ya que recibiremos en rebote todo lo que emitimos.
Pidamos con respeto, solicitando que le llegue sólo la energía y las bendiciones que sean adecuadas para esa persona, sin pedir o visualizar un resultado específico.
Como hijos de Dios, bendecimos al Ser Crístico en (nombramos a la persona). Pedimos permiso y asistencia para este trabajo. Invocamos a los ángeles, para que canalicen la ayuda adecuada.
Los ángeles forman una esfera de luz divina arriba de su cabeza. Observamos cómo esa luz comienza a bañarla por dentro y por fuera y se ancla en su corazón. Desde allí, se irradia a todas sus células y activa su propio poder de sanación. Es la energía divina, que manifiesta la voluntad del Creador.
Gracias Dios, porque la sanación está hecha.