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Concursos de ¿BELLEZA?

by Jennifer Barreto-Leyva

En otrora época, existían unos eventos llamados “Concursos de belleza” donde se evaluaba la belleza natural de las señoritas que ahí participaban, sus artes, elegancia y dotes de dama socialmente hablando. Había respeto, formas, los padres tenían completa vigilancia, supervisión y acceso en todo lo que hicieran sus hijas. Lo que promovían para el concepto de aquellos momentos, era que participantes y -aun más- las ganadoras, fueran representantes de lo que una digna dama debía ser. Algunos lo consideraban como escuela de formación de damitas. Un poco aquello de “que sepa coser, que bordar y que ponga la mesa en su santo lugar”.

Estos eventos fueron duramente criticados por las feministas de la época, porque ponían a la mujer en el plano de objeto, en una suerte de vitrina al mundo donde las mujeres eran exhibidas sin el menor recato compitiendo por algo tan subjetivo y personal, como lo es la belleza, el autoestima y como te plantes y sientas ante el Mundo.

Con el pasar de los años, hemos visto la manera tan grotesca en que se han desvirtuado estos eventos y se han convertido en verdaderas competencias caníbales, donde todos, desde Creadores, Jueces hasta participantes son capaces de sacar lo peor de sí con tal de tener cámara, protagonismo y ganar.

Ahora lo que se puede admirar es el excelente trabajo de odontólogos estéticos, cirujanos plásticos, diseñadores gráficos, coachs de expresión, pasarela, entrenadores físicos –que se creen médicos- y estilistas, porque belleza real y naturalidad como tal no existe. El papel de la mujer ya relegado queda ahora aún más abajo en la lista de prioridades a tomar en cuenta. Ahora se acepta, tolera y aplaude que le digan a una niña que quizá este estrenando su mayoría de edad, que por tener dos kilos de más es una obesa, por tanto es fea y no sirve, todo el combo dicho con acidito incluido.

Si la pobre auto-victima (porque ella solita fue ahí) comete la osadía de haber nacido con piel oscura, cabellos rizos, dientes “imperfectos”, caderas anchas o cualquiera de esas cosas que no se controlan y donde manda es la genética, entonces viene lo bueno, porque es cuando todo un ejército al mejor estilo Hitleriano dice espantado lo que hay que corregir y eliminar en la criatura ¡ipso facto! y tal cual como marcar y cortar una vaca en una carnicería, hacen lo propio con la niña, planificando la transformación estética que ahora sí la va a hacer merecedora de ser llamada bella, ahora sí va a tener valor como mujer en la Sociedad y podrá disfrutar de “privilegios” (derechos) que toda mujer tendría que poder disfrutar simplemente por ser mujer. Esto cada vez parece más un cuadro abstracto, de esos que por más que veas y estudies menos entiendes.

Lo más insólito es que vemos en buena parte de los países de Hispanoamérica y ahora en el mercado hispanoparlante de los Estados Unidos, que las niñas se matan y hacen lo indecible por hacer castings para estas exhibiciones mal llamadas concursos de belleza, buen número de estos casos con permiso y bendición de novios y familia.

Son felices y hasta se sienten honradas de que las denigren e insulten y si llegan a entrar a estas competencias, el rosario de atropellos, maltratos y vejámenes a los que son expuestas son dignos para que todas las ONG que se dediquen a los derechos humanos intervengan y detengan esta locura.

“¡Anda hija! a que te echen cuchillo, maltraten, humillen e insulten y si es posible en televisión nacional, te doy mi bendición.  Total vas a ser famosa y eso es lo que cuenta, así que anda y haz lo que tengas que hacer con tal de entrar, resaltar y ganar”  Así me imagino yo que tiene que pensar un padre cuando permite y bendice que una hija suya sea parte de esto. Lo respeto, pero no lo entenderé jamás y mucho menos lo vería con visto bueno y como una bendición para una hija mía.

De las cosas que se me hacen más insólitas es que de esas mismas feministas que alguna vez protestaron estos eventos, ahora ríen recordando la anécdota y hasta ven bien que se lleven a cabo. Y no hablemos de los expertos en Misses y concursos de  “belleza” o llamados “missiologos” y sus foros de debate, que en su mayoría son un caldero de despellejamiento sin piedad de criaturas e insultos xenofóbicos que sigo viendo con absoluto horror y espanto injustificable. Esperar y suplicar porque otra persona te reconozca como bella y útil, aún peor, habiéndote transformado en otra persona que no eres tú, como mujer me indigna, preocupa y produce pena ajena.

Que tan mal, pobremente fundamentada y desviada tiene que estar la cultura de un país, una Sociedad para que aplaudan estas barbaridades y muchas más de las cuales por respeto no hago mención, además de vanagloriarse y enaltecer al punto más ridículo estos eventos donde los egos y endiosamientos están a la orden del día, con el triste resultado final del incremento desmesurado en jovencitas haciéndose cirugías plásticas, números exorbitantes de gente con desordenes alimenticios, complejos, depresión y dismorfia corporal, personajes irresponsables que han sido casi canonizados y con el poder de que todo lo que ellos digan es santa palabra que debe cumplirse. Un mensaje que con poderosa soberbia le dice a jóvenes y mujeres: si no eres o te pareces a esto, no sirves.

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