Por Teresa León
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Amor, compañía, guía, inspiración, conexión con lo sagrado, presencia de luz divina… éstas son algunas de las palabras que podríamos utilizar para hablar de esos seres celestiales llamados ángeles o mensajeros de Dios.
A lo largo de la historia, se han manifestado de millones de formas: como inspiración en el arte, aliento de fe, consuelo, fuerte convicción, energía de sanación, pequeños y grandes milagros en la cotidianidad.
De los numerosos escritos que existen en la actualidad sobre los ángeles, algunos coinciden en que: No tienen género masculino o femenino, ni forma humana, pero pueden manifestarse de esa forma. No tienen alas, sino resplandor que puede percibirse como tal. Son seres de luz y vibración de amor.
Están organizados en una jerarquía celestial. Los más cercanos a los humanos son los que llamamos ángeles. Los comandan, por así decirlo, los Arcángeles, a quienes les siguen en categoría los Principados, Poderes, Virtudes, Dominios, Tronos, Querubines y Serafines.
Se dice que los Serafines cantan la música de las esferas y regulan el movimiento de los astros en el cosmos.
Esa organización también está en sus funciones. Hay ángeles de la salud, laborales, de relaciones; de todo tipo. En caso de inconvenientes con su computadora, por ejemplo, pídale ayuda a un ángel de la tecnología.
Su ángel de la guarda, su dulce compañía, está con usted de noche y de día. No importa que no conozca su nombre, o que no sepa cómo quiere que lo/la llame. Conviértalo en su principal amigo. Escríbale una carta, y guárdela en un lugar especial, o quémela. Invítelo a que se manifieste en sueños, en sincronías o “causalidades”. Háblele, y relaje la mente para recibir su inspiración. Agradézcale su presencia y envíele amor. Déjese impregnar por su luz.
Bendecimos a nuestros ángeles. Juntos avanzamos en nuestra evolución.