INCOMPARABLE #EspiritualidadAlDia
Por @teresaleon
De las comparaciones sólo queda el desánimo, o una efímera sensación de superioridad.
Muchas veces desde muy pequeños nos inculcan a compararnos y a medirnos con los demás. En los hogares y los colegios, con frecuencia ponen a unos de ejemplo, criticando, o desvalorizando a otros.
Con las comparaciones se envía los mensajes de: prefiero al otro, no a ti; deberías ser como alguien más, no te aceptes como eres; rivaliza.
Al tener el hábito de compararse, una persona puede estar bajo la presión de tener que vencer, o de tener que demostrarse a sí misma que es tanto o más merecedora que otros de cariño, atención, reconocimiento o dinero. Algunos se acostumbran a motivarse sólo pensando en ganarle a alguien.
Entonces, vivimos en dualidad: la vida se mira como blanca o negra, con ganadores o perdedores, altos o bajos, buenos o malos. Se pierde la riqueza de los matices, y lo más importante: se resta la paz debido a una irrealidad.
El ser real es el alma/espíritu creación de Dios, y es único e incomparable.
Es desde todo lo pasajero de la personalidad que comparamos. Cuando nos sentimos parte de Dios no necesitamos compararnos, entendemos que quien gana hoy puede perder mañana, que siempre encontraremos alguien que luce como mejor o peor, pero es solo en apariencia.
La única comparación útil es cuando nos medimos con nosotros mismos, cuando revisamos si hemos avanzado, sobre todo, en nuestra capacidad de sentir paz y amor.