Sufragar es el derecho político y constitucional de votar y de ser elegido para un cargo público, y aunque en Venezuela no hay garantías sobre los derechos constitucionales, los vestigios de lo que fueron y el empeño de crear una imagen de aparente democracia del presidente constitucional e inconstitucionalista de Venezuela, Hugo Chávez Frías, juega en favor de los venezolanos que esperamos restablecer la democracia en el pais.
Definitivamente debería existir algún mecanismo supranacional que obligue a un tirano a entregar el gobierno aún cuando la aparente voluntad del pueblo sea otra. El mundo tiene suficientes evidencias de que no es posible que pais alguno acepte un gobierno perenne por voluntad propia. Pero los venezolanos no podemos esperar a que eso suceda porque el tiempo apremia para salvar lo que queda de país.
El pasado Domingo, cada voto demostró el espíritu democrático de los venezolanos. Pero al estar secuestradas las instituciones democráticas y al no ofrecer los comicios las garantías constitucionales, el voto por no votar se llevó las esperanzas. Nunca sabremos si una jornada masiva habría podido adjudicarle el triunfo a la democracia, pero de seguro les habría complicado la deshonrosa tarea de defraudar la voluntad popular con las bien establecidas herramientas de su socialismo que van mas allá del robo en las urnas.
Los venezolanos comprometidos con la democracia fuimos a sufragar y de buenas a primeras nos encontramos naufragando como Velasco en el relato de García Márquez. Sí, naufragamos porque nos quedamos solos en el medio de la nada, nos quedamos solos en el medio de todo y encontramos que las energías y la lealtad a la libertad no eran suficientes para arrebatarle a Chávez todo lo que nos dejamos robar.
Encontramos que para arrebatarle nuestro país, que para arrebatarle lo que es nuestro, no podemos estar solos. Que ya conseguimos que algunos nos acompañarán pero los que faltan no van a venir. Tenemos que ir nosotros a acompañarlos en sus necesidades para que tengamos al país en una sola pieza. Ahora somos muchos en El Camino a la Democracia, en El Camino del Progreso; naufragando en el medio del Caribe, del Amazonas, Los Medanos, Los Andes, los Llanos, el Esequibo, en toda Venezuela y más allá de las fronteras.
Resistimos la sed, el hambre, los peligros del mar, el sol abrasador, la desesperación de la soledad, la locura, y aunque nos arrebataron un pez amarillo, azul y rojo, el éxito de esta jornada es precisamente ese, estamos y existimos, la tenemos entre las manos y ahora ¡Somos la otra mitad! Y la opinion internacional nos acompana tambien.
Recordemos que cuando el Naufrago vio tierra, aún tuvo que “alcanzar la playa a nado para no estrellarse contra unos acantilados; tuvo que luchar contra las olas que le devolvían al mar, tuvo que contar su historia a campesinos desconfiados que no conocían la noticia del naufragio, y durante dos días, soportó que le trasladaran en una hamaca como una atracción de feria por territorios agrestes, hasta que por fin le vio un médico y le permitió comer normalmente”
Naufragamos porque el socialismo de Chávez es un sistema que despierta los más bajos instintos del ser humano y destruye cualquier valor social que dignifique al individuo haciéndole presa fácil del chantaje y víctima del terrorismo del gobierno. El oportunismo se manifiesta en todas las esferas de este socialismo sacándole ventaja a la más mínima circunstancia para consolidar el mal y, el clientelismo se solidifica en las lagunas de la idiosincracia venezolana que se enraíza en la comodidad caribeña y no aguanta dos pedidas para preferir la vida fácil. Pues, este facilismo que llevo a unos a votar por Chávez y a otros a no votar, evidentemente tiene que cambiar.
Naufragamos, porque el fraude está en el precio que le damos a la libertad. El fraude está en lo que permitimos sin que medie contrapartida; en las misiones, en los salarios sin mérito, en las prebendas del gobierno, en el secuestro del poder electoral y del Estado de Derecho en general. Pero también está en la apatía, en la ignorancia, en el amiqueísmo, en las promesas rotas, en la desconexión de la realidad social. En la desunión, en los juicios ligeros, en el protagonismo enfermizo que no da paso al pluralismo. En el “todo me lo se”, en el “todo esta bajo control”, en el “yo tengo la razon”…
Pero somos muchos los que hemos entendido que hay un solo enemigo y que no podemos luchar entre nosotros. Seguimos en elecciones. ¿Cuantas carnadas vamos a picar? ¿Le daremos de comer al enemigo?-Hay que participar o de lo contrario seguiremos cediendo espacios difíciles de reconquistar. Pero no sólo son las elecciones. Cuando gane un alcalde o un gobernador… ¿como lo vamos a apoyar en su gestión, lo vamos a vigilar también?, esa es la única forma de corregir el oportunismo y el clientelismo y ¡todo lo demás!. ¿Estas dispuesto? O sigues pensando que eso no es para tí.
¿Cuantas veces has donado tu tiempo o tu dinero para el beneficio social? ¿Que tanto conoces las necesidades de tu comunidad?¿Que tanto te involucras en la toma de decisiones que afectan a tu municipio o tu estado? ¿Cuantas veces has opinado con responsabilidad para favorecer al colectivo y no un interés individual?-¿Te sorprenden las preguntas? ¡Pues claro! Nos adoctrinaron para no participar en la democracia porque así el escenario de los políticos es más fácil de manejar, y aunque no ejercíamos la democracia, viviamos en ella, pero ahora que Chavez la secuestro, no sabemos donde encontrarla y queremos resolverlo en unas elecciones nada más, o que venga un tercero y arregle el desastre. Pero resulta que la democracia no se transporta, está en cada uno de nosotros y no necesitamos refuerzos para liberarla si nos educamos en ejercerla y defenderla.
La historia de Venezuela la escribimos nosotros y la dejamos de escribir también. Esperemos en Dios que como dijo El Naufrago, el mar amanezca azul después de la tormenta. Y, si nos toca el mismo destino de este naufrago en el relato de Garcia Marquez que una vez en tierra terminó como oficinista de una empresa de autobuses; por la democracia y la libertad, los transformemos en los autobuses del Progreso porque ahora en Venezuela Hay Un Camino que cuidar: La Esperanza de la Libertad. Yo estoy abordo de ese autobús, y tu?