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MUJERES EMBRAGUETADAS…

by Indira Paez

En Latinoamérica hay más mujeres gobernantes que en cualquier otra parte del mundo. Y es que las latinas somos de armas tomar. Armas como la cacerola o la bandera. Armas como la valentía y la adrenalina. Como las ganas de defenderle el patio a los hijos. Como las lágrimas cuando sientes que te han robado algo que has construido a pulso.

Armas que son manos que se levantan tempranito a preparar loncheras, a manejar adormiladas hasta el colegio, a seguir al trabajo, a escaparse una hora en el almuerzo para atender a todo el mundo. Artillería pesada que incluye energía inagotable. Energía como para mantener una familia, recuperarse sola de un divorcio devastador, apretarse el corazón a la hora de un despecho, y todavía mantener una sonrisa para darle los buenos días a la maestra y preguntarle por qué nuestro hijo vino ayer con un raspón en la rodilla. La misma energía con la que reclamamos en el supermercado porque la leche está muy cara.

La misma con la que nos ponemos a pelear con un politico corrupto o con un guardia nacional que está disparando a mansalva a un pueblo indefenso.

Latinoamérica definitivamente es mujer. Y es así, una mujer embraguetada. Una mujer que se levanta una y mil veces si es necesario. Y vuelve a comenzar. De cero. Con una mano adelante y otra atrás. Una mujer que no se cansa. Una mujer que llora a escondidas y mantiene sin embargo su ánimo intacto. Su fuerza. Su optimismo. Una mujer llena de historia, de humor, de desasosiego y de esperanzas.

Cuando yo era chiquita, tenía una amiga que me decía que en su próxima vida quería ser hombre. Quería tener pipí. Quería ir al baño parada. Quería tener músculos, fuerza, estatura. Yo nunca la entendí. Siempre me sentí agradecida con el universo por haber nacido mujer. Por tener un útero capaz de alimentar nueve meses a un ser y darle vida y traerlo al mundo y acunarlo y criarlo y convertirlo en hombre o en mujer. Siempre me sentí feliz por tener sensibilidad, intuición, por poder llorar cuando me diera la gana sin disimular y reírme y enamorarme y desenamorarme y cantar boleros y sentir sin restricciones.

Ser hombre me parecía dificilísimo. Eso de tener que caerse a golpes y sacarse dientes para demostrarse valor, eso de tener que guardarse las ganas de soltar una lágrima de vez en cuando, eso de tener que caber en un molde determinado, me parecía de terror. Así que siempre estuve fascinada de ser mujer.

Hoy más que nunca me fascina ser mujer. Me siento orgullosísima aquí en Miami, cada vez que me veo rodeada de mujeres de todas partes de Latinoamérica, luchando por hacer de este país su patria y la patria de sus hijos. Cada vez que voy al mercado y veo a las madres con sus muchachitos en el carrito, comparando marcas de cereal para ahorrar cincuenta centavos. Cada vez que voy a las reuniones del colegio de mis hijos, o a un juego de fútbol, o al teatro. Mujeres por todas partes. Mujeres llenas de úteros y de ideas y de valentía y de rabia y de optimismo. Mujeres dispuestas a todo.

 Con la capacidad de reinventarse, en el país que sea. Por los hijos, por la vida, por el futuro. Definitivamente, Dios también tiene que ser mujer. Si no, ¿cómo explicar tanta maravilla?

Indira Páez
Multi-Platform Storytelling Writer
Digital Media & Integrated Solutions
Telemundo Network Group / NBC Universal

www.telemundo.com

 

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